¿Cómo ve la sociedad a los científicos? Abandonemos ya los clichés (I)

En pleno siglo XXI, en un tiempo en el cual el desarrollo científico y tecnológico es clave en nuestra sociedad, nos encontramos con la paradoja de que gran parte de la ciudadanía desconoce no sólo cómo trabajan los científicos, sino incluso cómo somos en realidad.

Es muy necesario hacer accesible el conocimiento a todos los ciudadanos, pues en la evolución de nuestra sociedad interviene de forma decisiva el progreso científico y técnico. Y es una lástima que en esta tarea divulgativa a los profesionales de Ciencias nos quede tanto camino por recorrer con respecto a los de Humanidades y a los de Ciencias Sociales.

Hay muchas personas que se interesan por campos tan diversos como el cine, la literatura o la música, y no se considera necesario ser un especialista para disfrutar de los mismos. Análogamente, tampoco es necesario ser bueno en matemáticas o dominar la terminología científica para apreciar la belleza de la Ciencia y la emoción que se siente al poder entender muchos fenómenos cotidianos que tienen lugar a nuestro alrededor. Por ello, la labor de la divulgación es esencial para elevar tanto el nivel de cultura científica de la ciudadanía como el aprecio social por la Ciencia.

Siempre me ha parecido injusto que los concursos de televisión como Pasapalabra¿Quiere ser millonario? adolezcan de temas y términos científicos. Pueden salir preguntas muy avanzadas de temas de arte, psicología, historia, literatura, música… pero lo (poco) que sale de Ciencia apenas alcanza el nivel del alumnado de Bachillerato.

Se suele decir que «las ciencias» son más difíciles que «las letras». O incluso que, dentro de «las ciencias», la física y la química son las más difíciles. En realidad, aquí se confunden términos, ya que es muy difícil medrar en cualquier área de conocimiento, sea de ciencias o no. Sin embargo, sí que es cierto que «las ciencias» suelen emplear términos menos conocidos, más abstractos, y por eso incluso los términos más simples no lo parecen tanto. Sin embargo, no nos engañemos con eso. Que algo sea más familiar no significa, ni mucho menos, que sea más simple.

Verbigracia: si yo explico a un grupo de personas cómo se hace un cálculo químico-cuántico y en qué consiste, es más que probable que se enteren de pocas cosas, y probablemente serían incapaces de repetir mis palabras o hacer un breve resumen al terminar mi exposición; por otro lado, si les explico cómo hacer una programación de una unidad didáctica de cualquier asignatura, probablemente se enterarán mucho más (los términos serán conocidos: evaluaciones, conocimientos previos, actividades de enseñanza-aprendizaje, calificaciones…) y también es muy probable que pudieran hacer un resumen muy completo o incluso explicarlo por ellos mismos. Ahora bien, el quid de la cuestión es que, en ninguno de los dos casos estas personas podrían hacer NI un cálculo químico-cuántico NI una programación didáctica, salvo que tuvieran experiencia en química teórica o en la docencia. Y esto es porque cualquiera de estas dos actividades son difíciles y complejas, y requieren de formación y experiencia, pese a que la primera sea mucho más familiar que la segunda.

Sin embargo, el hecho de asociar el término «científico» a «complicado» o a «incomprensible» provoca que en la sociedad primen concepciones de la ciencia muy estereotipadas.  Por ejemplo, en su libro Didáctica de las ciencias en la educación secundaria obligatoria (Editorial Síntesis. Madrid: 2009), la docente, química y especialista en didáctica de las ciencias Neus Sanmartí nos ofrece algunos ejemplos en la página 38 de la visión que tienen de los científicos algunos estudiantes de Secundaria:

«Un científico es una persona muy inteligente y bastante seria en su trabajo. Va vestida con una bata blanca y tiene instrumentos. Normalmente trabaja en una habitación solo y no le gusta salir a divertirse. Es una persona con mucha paciencia y con mucho cuidado de las cosas«.

«La persona científica es de constitución poco fuerte, no muy alta. De pelo corto y de unos 50 años. Es un poco tímido y le gusta que le pregunten las cosas que sabe. Tiene un buen nivel de sabiduría y normalmente va vestido con una bata blanca«.

«Yo al científico me lo imagino rubio con los ojos como platos y de color negro, las cejas juntas y de raza blanca. Un hombre alto y delgado. Sería un poco calvo, con bigote. Por último tendría más de 45 años y sería muy intelectual«.

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Podemos ver que estas concepciones están más cerca de los frikis (aunque haya muchas diferencias entre la cultura anglosajona y la europea sobre los términos freakgeek nerd) de la serie The Big Bang Theory que de la realidad.

Sin duda, la televisión y el cine suele favorecer este tipo de concepciones estereotipadas, incluso en la series de animación y en las sitcoms, en las cuales los estudiantes interesados en las ciencias suelen ser los menos populares, los más excéntricos, y el blanco habitual de las burlas de sus compañeros.

Próximamente seguiré con este tema, poniendo otros ejemplos de situaciones que favorecen la perpetuación de estos clichés (como, por ejemplo, en los cómics) y también iré explicando que es imposible generalizar en cuanto a la imagen de un «científico», puesto que como en todo ámbito de la vida habrá buenos y malos, más fanáticos del trabajo y más amantes del ocio, más frikis y menos frikis…